Crónica de un viaje en Semana Santa
Miercoles 8 de abril
Ya nos sentíamos muy bien en "el Turi" una estación de micros en Pacheco (partido de Tigre), a las ocho de mañana esperando un micro de la empresa Urquiza que nos llevara a Rosario. El boleto en nuestra manos indicaba que el micro iba llegar a las 8.05 hs. Algún inconveniente en el camino hizo que llegara media hora tarde, pero esto no nos bajó el ánimo a mi y a Jonatan, mi compañero de remo y amigo en todos los sentidos. Aprovechamos el tiempo libre para comer un rico sandwich con paté de centolla y para cargar el termo para el mate.
Estabamos haciendo bromas y especulaciones sobre lo que nos esperara en Rosario y muy contentos de dejar atrás
orígen de Urquiza y su relación con Juan Manuel de Rosas. Sin duda esa discusión fue generada por el hecho que estabamos viendo pasar cada micro y tratando de ver si era una "Urquiza" o una "Flecha" u otra cosa.
Antes de subir la unidad de Urquiza, un oficial de la empresa, vestido con traje y corbata, pidió nuestros boletos con autoridad y desconfianza como si nuestro atuendo informal le había levantado sospechas sobre la procedencia legítima de los pasajes. Pero revisando bien los boletos, nos dejó subir y con aire pedante nos dirigió al segundo piso. Ahí nos encontrabamos con dos personas en nuestros asientos (21 y 22). Después de haberlos despertados, estos personas nos
mostraron sus boletos que también lucían los números 21 y 22.
Bajé del micro para preguntar al corbata cuál era el orígen de este acertijo matemático y este me dijo
"Ah si ... sobrevendieron las butacas. No te preocupes, buscá un lugar abajo... Donde hay."
Cuando me dicen "no te preocupes", yo siempre me empiezo a preocupar. Más aún, si el mismo tipo que nos estuvo revisando los boletos con severidad hace 30 segundos, ya sabía que el micro estaba sobrevendido.
Yo le dije: "¿Y si suben otra personas...? ¿Esta es la última parada hasta Rosario?"
"No te preocupes," reiteró el despreocupado con aire de cansancio, como si yo era demasiado preguntón.
"Va subir una persona más en Pacheco."
Al lado mío había una chica alta morena que se encontraba en la misma situación (sin asiento) y juntos subímos de vuelta al bus, ahora al primer piso, donde en la fila trasera habían tres lugares libres.
Ella se dirigió a la fila de izquierda en contra de la ventana. Me parecía demasiado confianzudo colocarme al lado de ella y para no inoportunarle me senté en la fila de derecha, donde también había una chica (rubia) en la butaca junto a la ventana.
Fui a buscar a Jonatan arriba, que se bajó y se sentó sin remordimientos en el asiento vacío al lado de la mulata.
Así que estabamos uno a lado del otro, los dos en compañía feminina agradable. No pudimos controlar nuestra sonrisa con esta broma que nos gastó el destino.
El Urquiza hizo ruidos raros cuando arrancó y sacudía el motor, como si se iba a parar en cada momento y luego de media hora se paró, justo en la salida de una autopista. Daba la casualidad que el micro estaba cargado con militares en verde-oliva (en la parte de abajo) y con prefectos (de la prefectura) en la parte de abajo y cuando se paró el colectivo bajaron varios de ellos junto con algunos turistas franceses para empujar el micro y sacarlo del lugar incómodo. Fue una linda experiencia.
Yo empujé también y logramos colocar el Urquiza debajo el puente donde molestaba menos, mientras el chofer llamaba al equipo de rescate, que llegó bastante rápido o sea en 20 minutos para arrancar el motor, con una batería potente.
Me hice la pregunta, si el alternador no estaba funcionando bien, o sea si la batería no cargaba, probablemente la unidad se iba plantar otra vez cuando el micro tenía que frenar por algo, pero mordí la lengua porque pensé que no era mi tarea aconsejar al chofer.
Subí de vuelta y luego que subieron 6 personas más en Escobar (encontraron lugar por pura suerte ya que los militares se habían fugado del micro luego del percance) Seguimos el camino y el problema nos dio la oportunidad de abrir conversación con nuestros acompañantes. La mía era estudiante de derecho, oriundo de Entre Ríos la de Jonatan también estudiaba algo que tenía que ver con plantas o enfermedades.
El micro se plantó otra vez a la altura de Ramallo, pero por suerte a los 5 minutos llegó otro micro de la misma empresa casi vacío y y los pasajeros que iban a Rosario podían cambiarse a un micro más moderno. Para Jonatan implicaba el adiós prematura de su encantadora amiga nueva.
Pero la pena duró poco: Saliendo de la estación de micros en Rosario, en pleno sol de mediodía Jonatan no podía creer sus ojos y yo asentía: la fama de las rosarinas no está nada exagerada. Además Rosario es una ciudad grande, pero mucho más tranquila y limpia que Buenos Aires.
Tomamos un ‘bondi’ que nos llevó al estadio de Central o los canallas, un mole enorme con visión sobre el río que tiene el Club de regatas de Rosario como vecino. Pintadas cerca del estadio canalla rinden honor a algunos hinchas famosos Alberto Olmedo y al “negro” Fontanarossa. Un capo.
A diferencia del TBC, que es un club pequeño, simpático e informal el club de remo Rosarino es una institución deportiva grande, cubre varias hectáreas, está enrejado con malla y alambre de púas (¿para prevenir que la barra de Central entrara?) y tiene una garita con guardías privadas y monitores. Luego de habernos presentado en la entrada, nos vino a buscar Daniel, el encargado de los dormitorios para mostrarnos el cuarto, las duchas, el galpón de botes y la cafetería, donde todavía servían el almuerzo. Jona y yo estabamos muy contentos, luego de esta excelente recepción por parte del Club de Regatas de Rosario, y estuvimos disfrutando desde la terraza de la vista espléndida sobre el río Paraná y el delta detrás. Los socios aquí hacen lo mismo que nosotros: en vez de cruzar el Luján cruzan el Paraná, y luego entran en el delta para remar entre las islas.
A la tarde, cuando luego que llegó el trailer con los botes, nos fuimos a dar una vuelta para probar el bote. Es interesante porque la rampa pasa por debajo de la calle, es como una especie de tunél que llega directamente a la playa.
El agua estaba un poco picada y pasaban buques enormes cada rato, cuya velocidad es difícil de medir así que más vale esperar en la orilla hasta que hayan pasado.
En la noche, llegaron todos los compañeros del TBC (Roberto, Sergio, Nicolás, Adolfo y el invitado Athos) y además los 4 socios del Aviron que iban hacer el viaje con nostros en un triple con timonel. Juntos bajamos al quincho donde la gente de Rosario nos preparó un excelente asado y desfilaron los viejos glorias del club, incluso (Pechinatto?) uno que participó en las Olimpiadas de Londres en ’48.
Escuchamos relatos y hazañas de estos masters muy simpáticos y divertidos, escuché sobre travesías que hacían y sobre el mejor remero argentino de todos los tiempos, Alberto de Midi, socio de este club. Venían e iban las botellas de vino, subió el tono de nuestros voces, intercambiamos palmadas en la espalda y la conversación derivó en temas como una prodigiosa pequeña pastilla azul y una confitería local que se llama Sabor Sabor. Uno de los presentes – dueño de remisería – nos obsequió unas tarjetas de presentación de este simpático lugar donde residen por lo menos cuatro chicas (de apellido Vip) Lamentablemente en la tarjeta no se pudo apreciar las caras de las mismas porque al momento de que el fotógrafo les quiso sacar una foto (al borde de una pileta), se habían dado vuelta. Eran muy tímidas.
Estabamos algo nerviosos antes de la salida, porque
El compañero de Nicolás y Adolfo, Athos, se cortó la mano tratando de sacar los precintos con los cuales estaban atados los remos. Eso significaba que en el Doble par con timonel ya no podían hacer cambios los tripulantes, pero no obstante Nicolás y Adolfo insistían en tratar de llegar a San Pedro el primer día: o sea hacer
Jueves 9 de abril
Ellos eran los primeros en levantarse y partir, los otros tres botes (dos par con timonel del TBC y el triple del Aviron) tomaron su tiempo, mate y facturas. Al final: estabamos de vacaciones.
Una vez en el agua nos sentíamos eufóricos, porque por esto habíamos venido y la vista sobre Rosario desde el río es inigualable. El río estaba bastante picado pero las olas no impedían movernos y había bastante corriente a favor así que pasamos volando al lado de la costa y el monumento a la bandera y alejándonos de Rosario la olas cedían y el río estaba como una tela de billar.
Continuara...