HISTORIAL

28.4.09










Sobre héroes y piratas: San Nicolás-San Pedro (por Tom)

Creo que después del primer día heroico es menester presentar aquí ante usted, estimado y atento lector, los héroes de esta saga, de esta travesía tremenda, que en todos aspectos parecía a las tentativas del ex-combatiente de la guerra de Troya – o sea el astuto Odiseo, hijo de Laertes – para volverse a su casa y unirse con su hijo y fiel esposa Penelope. En el camino nuestros botes no fueron amenazados por la cola tremenda de los monstruos marinos Scylla y Charibdis, tampoco fuimos sacudidos por remolinos y maremotos, menos aún, fuimos desviados por los cantos de hermosas sirenas esperando en la costa (la única sirena que escuchamos era de prefectura)
Pero sí,… cada uno de nosotros, aunque a primera vista perteneciente a la raza mortal de los humanos, con cada kilómetro se iba pareciendo más a uno de aquellos titanes griegos desafiando a los dioses habitantes del Olimpo.

He aquí el héroe Roberto, saliendo de su lecho a las ocho de la mañana, iniciando la búsqueda de fuego como Prometeo, para poder encender la estufa y calentar la pava.
O el experimentado Sergio, quién durante toda la noche había librado una batalla feroz con los mosquitos, insectos cobardes quienes aprovechándose de la oscuridad asediaban a nuestros protagonistas, en la cocina del botero. O nuestro superhéroe Jonatan, lejano primo del Argonauta Jason, quien prescindía de cama alguna, ya que había decidido no llevar colchoneta ni bolsa de dormir en el viaje (como Diógenes, el filosofo asceta que habitaba un barril, Jonatan prefiere desprenderse de todas las preocupaciones materiales, y consecuentemente nunca lleva siquiera una botella de agua en el bote) y había resuelto dormir sobre el piso frío, valiéndose de su lomo bien grueso como único colchón.

Jonatan se levantó aseverando que no había escuchado ningún aleteo de mosquito cercano – claro, estos estaban todos dando pelea con Sergio – pero sí el goteo incesante de una canilla con cuerito roto, pero igual con una sonrisa amplia declaraba que “esto ni siquiera le había impedido a dormir.” “Estaba muerto,” concluyó y añadió: “Rendido. Frito.”

Quiero también aprovechar este espacio para presentarles también a otro estirpe de héroes inmortales, los tripulantes de l’Aviron, que nos acompañaron durante todo el viaje y que lo hacían en una embarcación importante e imponente, un triple con timonel.
Con el Aviron, los del TBC habíamos entablado una relación profunda de amistad desde noviembre del 2008, cuando participamos en su regata de Jean Mermoz y conseguimos un segundo puesto en nuestra categoría (sobre cuatro participantes), y luego de este logro fuimos ampliamente agasajados en su club con comida y vino y encima, todo en francés. ¡Oui monsieur!
Los tripulantes del triple consistían en Ana, Omar, Federico y el padre de este, Carlos (también conocido como Pancho), el capitán y también el eje organizador de esta travesía.









A la mañana todos salimos más o menos al mismo tiempo de San Nicolás, bajamos los botes de la rampa, salimos a remar por el canal hacía el Paraná y pasamos por la muralla que debe haber sido el fuerte donde Jose Urquiza, luego de haber vencido a Rosas firmó la paz de San Nicolás.
Todo este día viernes la sombra del pasado nos iba a perseguir. El desafío más grande era llegar hasta la Vuelta de Obligado que yo en mi español básico no lograba entender lo que quería decir. Yo suponía que se refería a Una vuelta obligada (notese la “o” al final) pero el nombre derivó de un tipo que aparentemente se llamaba Obligado y en honor a este le nombraron la vuelta, que será como una curva, un codo en el río.
Ahí se libró una batalla naval importante en la época de Rosas y por eso suena conocido este lugar (hay calles en Capital que llevan este nombre).

La Vuelta de Obligado nos causó la primera risa del día porque yo estaba remando
Y preguntaba a Jonatan si el sabía cuando venía esa vuelta y cuando teníamos que entrar en la curva y el me decía “no te preocupes, tengo el mapa”
“¿Yo le contesté cuál mapa? No sabía que llevabas un mapa”
Y el me dijo seriamente: “En la mañana copié el mapa de Roberto.” (Roberto llevaba GPS y un mapa nautico) y en ese instante Jonatan saca de su bolsillo un papel marrón arrugado, que entre las manchas grasientas de facturas, mostraba trazos hechos con lapicera con cruces y flechas, como los mapas de tesoro que dibujan los niños.
Tuve que dejar de remar para contener un ataque de risa y luego de haber apodado mi timonel “capitán Jack Sparrow”, decidí de esperar hasta que nos alcanzaran Roberto y los demás para poder llegar con vida hasta Vuelta de Obligado y San Pedro.

Alrededor del mediodía encontramos una playita muy linda con sombrillas al mediodía y nos dirigimos a la costa, nada más para enredarnos en los inevitables líneas de pesca. Nos echamos a nadar en al agua para refrescarnos y no dejaron de esperar nuestros compañeros, el G18 del TBC y el triple del Aviron. En ese instante cuando ellos tocaron tierra firme, fuimos interpelados por una patrulla de la prefectura que envió un representante a la playa (el Cabo Solís) para pedir que llenáramos un formulario con nuestros DNI’s y respectivas aclaraciones. El cabo Solís – temerario y aparentemente sin miedo alguno de ser cocinado por los lugareños salvajes, como había sucedido con su antepasado, el infortunado descubridor del Río de la Plata - era una persona muy correcta y amable (inclusó accedió posar con la revista del club) y todavía tenía esa frescura y entusiasmo de los nuevos integrantes de las fuerzas del orden.
Lo que nos extrañaba era que nadie de los uniformados que velaban por nuestra seguridad, quiso revisar el estado de nuestros botes. Con declarando el número del DNI (afortunadamente no pedían una copia del mismo) ya cumplíamos con los requisitos de navegación.

Después de un sangüiche de milanesa y una cerveza, seguimos el camino, hicimos una mini-regata entre nosotros y así rápidamente nos acercamos a la famosa vuelta de Obligado, ahora una playa llena con pescadores domingueros y familias tomando mate. Roberto se dirigió decididamente a la playa mientras los del Aviron seguían el camino San Pedro. Como carecíamos de mapa tuvimos que seguir a Roberto, a quien se le había ocurrido visitar este museo al aire abierto.
Jonatan y yo no entendíamos el atractivo de este lugar. Según contó Roberto en la batalla de Obligado el gobierno de Rosas quiso defender la soberanía fluvial del Paraná contra los ingleses y se dio una batalla naval donde los argentinos se defendieron heroicamente antes de ser masacrados. “Igual fue una victoria moral, porque después a los ingleses les dio mucha fiaca mandar otra flota y dejaron de hinchar” O algo por el estilo, así nos resumió Roberto la historia.
Todo ocurrió hace mucho tiempo y era difícil de imaginar toda una batalla en el clima
veraniego de ahora, con la gente jugando fútbol, escuchando cumbia y pescando.


Una pareja en reposera nos cuidó el bote, fuimos a buscar agua para el mate y esperábamos a Roberto… y esperábamos. Caía la noche y Roberto seguía trepando escaleras patrias para ver placas de bronce en honor de tal y tal regimiento. Yo estaba bastante cansado ya y quería llegar ya a San Pedro. Cuando se reincorporaron Sergio y Roberto, remé un ratito más pero rápidamente hicimos al cambio para que Jonatan terminara y él remó todo el canal de San Pedro.
De repente a uno le agarra momentos de debilidad, y uno trata de sobrellevarlo comiendo y tomando agua. Estaba temblando un poco del esfuerzo y quizás también fue por la insolación porque el sol nos había pegado duro ese día, y cuando baja el sol de repente uno siente frío y piel de gallina.
Ya era de noche cuando llegamos a club San Pedro, una bahía con amarras para lanchas y veleros, una casa estilo isla en el medio y un restaurante blanco luminoso atrás. En la oscuridad en la playita, nos esperaba Omar para darnos las buenas que habían conseguido lugar para los dormitorios. Bajamos de los botes, nos duchamos, tomamos whiskey, fuimos a cenar y a dormir.